La gran mayoría de personas tenemos miedo a confrontar, o lo que es lo mismo, enfrentarnos a determinadas personas y hacer valer nuestras propias necesidades: Tenemos miedo al conflicto. Este miedo es de lo más normal, como veíamos en un post anterior , ya desde niños nos enseñan que hay que evitarlo a toda costa, en caso contrario, “nadie nos va a querer”, “somos malos”, “desobedientes” y un largo etcétera de adjetivos no muy reconfortantes. Así, desde pequeños crecemos creyendo que para que nos quieran (y no nos rechacen) hay que evitar la confrontación.

Como ves, tras el miedo al conflicto, hay un miedo todavía más grande, el miedo al rechazo, el cual en algunas personas es tan poderoso que, atrapados por él, ceden, ceden y ceden ante las demandas y necesidades de los otros, relegando sus propias convicciones y necesidades a un segundo término. Es evidente que relegar de forma continuada las propias necesidades pasa factura. Si ese es tu caso, y eres de los que siempre callas, seguramente, te sentirás impotente y/o rabioso internamente, y ello te estará afectando al cuerpo (dolor de estómago, contracturas…), o a lo mejor, eres de los que explotas cuando ya no puedes más (sólo que lo haces por un detalle que nada tiene que ver con lo principal) y luego te sientes culpable.

¿Quieres aprender a decir no?

Te invito, en primer lugar, a detectar tus propias necesidades ¿A quien te gustaría decirle algo que te molesta y estás siempre cediendo, cediendo…? Si lo tienes, te toca empezar a poner en práctica la asertividad, una habilidad de comunicación que te ayudará a defender tus propias necesidades de forma directa, honesta y apropiada, respetando las convicciones y sentimientos de la otra/s persona/s.

Descubre la fórmula que te ayudará a practicar la asertividad:

(1) Describe de manera objetiva la situación y el comportamiento de la persona que consideras no está respetando tus derechos, sé lo más específico posible. Ejemplo, “Cuando tenemos que compartir el piso, tu me dices / haces  A

(2) Después, describe el impacto que tiene en ti esta situación. Ejemplo, “Yo me siento / interpreto B”. En este punto, cuando emitas juicios debe quedar muy claro que tu opinión es una interpretación o forma de entender la situación, no la realidad.

(3) Por último, debes exponer opciones para substituir el comportamiento que te crea disonancia y el impacto que tendrán en ti estas opciones. Ejemplo, “Preferiría que dijeras / hiceras C para sentirme D

 

¿Te atreves a ponerla en práctica? Verás que los resultados son del todo sorprendentes ;)